PULMONES

 

 

SUS FUNCIONES Y DOLENCIAS

 

Los pulmones son unos órganos muy esponjosos que ocupan la mayor parte de la cavidad torácica. El pulmón derecho es de mayor tamaño y el izquierdo, más reducido, a causa del corazón, que ocupa su lugar a expensas de éste.

 

Los pulmones constituyen la parte esencial del aparato respiratorio y circulatorio de la sangre. De ellos salen los bronquios, que se juntan en un tubo grande llamado tráquea. La nariz, la laringe, la tráquea y los bronquios constituyen las vías respiratorias, por las que pasa el aire a los pulmones.

 

Las paredes finísimas de los capilares y de las vesículas del pulmón, hasta donde penetra el aire, permiten el fácil intercambio de sustancias gaseosas y energéticas, cuyo objetivo es suministrar a la sangre oxígeno y otros productos contenidos en el aire y eliminar de ella el ácido carbónico y otras sustancias perjudiciales para la salud. Por medio de este intercambio la sangre es continuamente enriquecida y purificada. Los movimientos respiratorios sirven para hacer entrar en los pulmones el aire con cada inspiración y también para expulsar con cada espiración el aire gastado y otras impurezas del desgaste orgánico. Además, el movimiento aspirante y expelente de los pulmones acciona la circulación de la sangre, la cual depende principalmente del trabajo pulmonar y secundariamente del corazón, que viene a ser el regulador de la función circulatoria.

 

Por los pulmones se realiza, pues, una de las funciones de la nutrición, que es triple: estomacal, pulmonar y cutánea. Así como para una buena nutrición estomacal se necesitan alimentos adecuados, para realizar normalmente la nutrición pulmonar es preciso respirar en todo momento aire puro, único alimento natural de los pulmones.

 

Para conocer si los pulmones están sanos o enfermos, se harán respiraciones profundas: si estas son satisfactorias, quiere decir que los pulmones están bien; en caso contrario, estarán alterados.

 

Como todos los órganos nobles del cuerpo, los pulmones son muy resistentes al desarreglo funcional, siempre caracterizado por congestión y, excepcionalmente, lesión. El aire impuro o tóxico debilita y degenera los pulmones, acumulando sustancias extrañas en ellos. La congestión de estos órganos es producida por la sobreactividad cardíaca, estimulada por la fiebre interna del vientre, fenómeno característico de los enfermos de tuberculosis.

 

Las sustancias extrañas que debilitan los pulmones vienen de fuera, al respirar aire viciado o cargado de polvo, humo o gases deletéreos, y también del interior de nuestro cuerpo, como producto de fermentaciones intestinales malsanas debidas a una alimentación innatural y al calor febril del aparato digestivo. En las ciudades se respira aire viciado constantemente a causa de las aglomeraciones de personas en casas, teatros, bares, medios de transporte colectivo, y hasta en la calle. El polvo del tránsito y el escape de los automóviles también debilita los pulmones, introduciendo constantemente en ellos sustancias extrañas que los obligan a una continua acción defensiva, ya que no consiguen verse libres de las impurezas que dificultan sus funciones.

 

La causa de las dolencias de los pulmones está, pues, en la mala nutrición con aire viciado o impuro y en los alimentos de origen animal que, demandando un prolongado esfuerzo digestivo, desarrollan fermentaciones malsanas que desnutren e intoxican la economía orgánica. También la fiebre interna, acelerando el corazón, congestiona los pulmones, reduciendo en ellos la capacidad de aire. De ahí las hemorragias que erróneamente se atribuyen a lesiones.

 

No es, pues, el calumniado bacilo de Koch el causante de la incapacidad funcional de los pulmones, sino la congestión de sus tejidos por una excesiva actividad cardíaca, originada y mantenida por la fiebre gastrointestinal. La presencia del microbio es consecuencia de un terreno impuro y temperatura febril, siempre producidos por graves desarreglos de la digestión.

 

TRATAMIENTO

 

Para curar las afecciones pulmonares, hay que normalizar la digestión del enfermo combatiendo su fiebre interna y activando el calor de su piel (mediante diversos métodos naturales). Respirando aire puro en todo momento y normalizando la digestión. Mediante el equilibrio térmico del cuerpo, se restablecerá la salud integral de todo el organismo, cualquiera que sea su dolencia.

 

La fiebre interna es característica de todo enfermo de los pulmones. Siempre está ubicada en el interior del vientre y va unida ak frío de la piel y las extremidades del cuerpo. Es esta temperatura anormal del tubo digestivo la que progresivamente desnutre e intoxica a los enfermos del pecho, pudriendo sus alimentos. Además, la fiebre interna acelera el corazón, y la mayor actividad de la onda sanguínea congestiona los pulmones, reduciendo la capacidad respiratoria. Finalmente, la congestión de las entrañas produce un deficiente riego sanguíneo en la piel, debilitando las importantes funciones de este órgano como tercer riñon y pulmón.

 

Los supuestos tuberculosos mueren por desnutrición e intoxicación derivada del desequilibrio térmico de su cuerpo y no por obra del microbio.

 

De ahí que las dolencias de los pulmones estén caracterizadas por un debilitamiento general del organismo, producido por la desnutrición y la intoxicación progresiva.

 

Hay desnutrición porque la fiebre interna pudre los alimentos, imposibilitando su aprovechamiento. Además, los pulmones tampoco pueden realizar normalmente la nutrición atmosférica debido a la reducción de su capacidad respiratoria como consecuencia de la congestión de sus tejidos, repletos de sangre por la excesiva actividad del corazón que es estimulado por la fiebre interna. Congestionadas las entrañas, la piel tampoco puede realizar sus funciones por falta del riego sanguíneao adecuado.

 

En estas condiciones, además de desnutrición, hay intoxicación, porque los alimentos que se pudren a consecuencia de la fiebre intestinal se transforman en sustancias dañinas que envenenan la sangre y deprimen la vida orgánica y sus defensas naturales.

 

Según esto, las afecciones pulmonares sólo desaparecen respirando aire puro, normalizando la digestión y activando la piel del enfermo, produciendo fiebre curativa en su piel y combatiendo la fiebre destructiva de sus entrañas, esto es, restableciendo el equilibrio térmico de su cuerpo, cada día e indefinidamente.

 

El régimen crudo de frutas, ensaladas y semillas de árboles constituye al mismo tiempo un alimento y una medicina insustituible. Además el aire puro en todo momento es un elemento vitalizador y purificador de la sangre.

 

Para provocar fiere salvadora en la piel cadavérica del enfermo febril, está indicada la irritación de ortigaduras antes de la frotación de la mañana, y aún al acostarse.

 

Seguir con constancia el Régimen de Salud del capítulo 22 del libro “La medicina natural al alcance de todos” de Manuel Lezaeta.

 

La salud no se conquista. Se cultiva cada día mediante vida sana y equilibrio térmico del cuerpo.

 

Existe una prohibición absoluta de sueros, vacunas, inyecciones, vitaminas, rayos X, radiaciones, cirugías, neumotórax, etc.

 

[ Fuente : La medicina natural al alcance de todos - Manuel Lezaeta ]